lunes, 30 de noviembre de 2009

PAGINA/12 HABLO CON EL TESTIGO QUE TRATARON DE SECUESTRAR DESPUES DE DECLARAR EN LA CAUSA BRUSA

“Estos tipos son profesionales”

El comisario de la policía santafesina Avelino Cantelli dijo que detrás del hecho hay un represor exonerado de esa fuerza. Explicó que quienes por error se llevaron a un vecino suyo “estaban organizados

“¿Quién es?”, pregunta detrás de la puerta. La identificación del cronista lo tranquiliza. Abre y deja el revólver arriba de la mesa: un Magnum 357. “Un arma poderosa”, bromea. Y explica por qué tantas precauciones. “Lo que pasó es gravísimo”, dice Avelino Cantelli, el comisario de la policía santafesina que el martes pasado declaró en el juicio a los represores de la dictadura, entre ellos el ex juez Víctor Brusa. Al día siguiente, cuatro desconocidos intentaron secuestrarlo, pero se confundieron y tomaron como rehén a un vecino suyo, de su misma edad, muy parecido él, que vive en el mismo edificio, en la planta baja y en el departamento de enfrente.

Cantelli es preciso y, al referirse al secuestro que por error sufrió su vecino Raúl Bianchi, hasta menciona el nombre de un represor que anda suelto. “Le digo la última información que recibí. Me dijeron que uno de los que podría integrar esta banda de delincuentes sería un tal González, un ex policía que fue exonerado de la fuerza y estaría implicado en esto”, relata en diálogo con Página/12.

–¿Cree que hay un ex policía detrás de esto?

–Es el dato que me dieron. Sí, efectivamente. Es una persona muy peligrosa, capaz de hacer este secuestro. Porque no fue una tentativa. A mí me quisieron secuestrar, pero por error se llevaron a un vecino.

–¿Y qué más le dijeron?

–Que no sería el único, que podría haber más secuestros en Santa Fe.

–Parece un mensaje para meter miedo.

–Una cosa mafiosa. Estos tipos son profesionales, los que secuestraron a mi vecino estaban organizados. Porque cuando se dan cuenta del error, que se habían llevado a otra persona, dicen: “Este no es Cantelli. Seguí con el procedimiento”. Y después lo dejan en el Puente Negro.

El secuestro fue el martes pasado a la mañana. Cantelli volvió a su departamento alrededor de las 9 y diez minutos después salió Bianchi. “Se ve que nos estaban espiando porque había dos vehículos estacionados cerca del edificio: un auto y una camioneta”, dijo Cantelli. Quienes secuestraron a Bianchi tenían el rostro cubierto. “Eran dos muchachones, me manotearon desde atrás, me pusieron una manta en la cabeza y me alzaron en la caja de la camioneta. Quedé boca abajo. En el vehículo había dos más. Los cuatro con pasamontañas”, contó después el vecino de Cantelli, quien calcula haber hecho un recorrido de media hora, sin escalas, hasta que lo bajaron en una casa, en la que apenas pudo ver una puerta marrón. Cuando le sacaron la manta de la cabeza, se dieron cuenta del error. “¡Ese no es Cantelli! ¿Qué hicieron pelotudos?” escuchó que decían. Ya no hubo más comentarios ni diálogos. Lo volvieron a subir a la camioneta y lo dejaron en la zona del Puente Negro.

Cantelli declaró el martes como testigo en el juicio a Brusa y compañía. Ya no tiene dudas de que el intento de secuestro está vinculado con su testimonio. En su declaración ante el Tribunal Oral, ratificó el rol que cumplía en el aparato represivo de la dictadura uno de los imputados en la causa que falleció en 2007: el ex encargado del Destacamento de Inteligencia Militar 122, Nicolás Correa. “Era un asesio”, dijo. Y lo acusó por una bomba que le pusieron en la puerta de su casa después del golpe de 1976, que “gracias a Dios no explotó”. “Los militares eran una banda de delincuentes comunes”, agregó.

También le pidió explicaciones al ex gobernador Jorge Obeid por haber reciclado a Correa en la democracia, como asesor de seguridad de su primer gobierno (1995/99). “Yo lo denuncio al ingeniero Obeid porque lo tuvo cuatro años a Correa al lado suyo”, como segundo de la Subsecretaría de Seguridad Pública.

–¿Usted acusó a Correa y a otro militar, Eleodoro Jorge Hauque?

–Correa le ordenó a Hauque que me pusiera la bomba. Ese día explotaron trece bombas en Santa Fe. Yo vivía en Francia 4229. La que pusieron en la puerta de mi casa lograron desactivarla antes de que explote. Hubo un revuelo bárbaro en el barrio. Mi señora y mi hija sufrieron un ataque de pánico, un trauma por el que estuvieron bajo tratamiento médico y que les dejó secuelas hasta el día de hoy. Quedaron mal. La nena tenía nueve años.

–El juicio dejó a la luz el rol de Correa en el circuito represivo, pero usted ya lo había denunciado hace once años, cuando era funcionario de Obeid.

–Sí, lo denuncié y nadie hizo nada. Obeid lo apañaba. Cuentan que Obeid y (el ex subsecretario de Seguridad Pública, teniente coronel José) Bernhardt son del mismo pueblo de Entre Ríos. Y Correa trabajaba con Bernhardt.

–Y también mencionó a otros dos imputados: Héctor Colombini y Eduardo Ramos.

–Me preguntaron si integraban la patota militar. Yo dije que Colombini y Ramos eran oficiales del D-2 (Departamento Informaciones) que dependía directamente del jefe de Policía de la provincia (coronel Carlos Alberto Ramírez). El D-2 era una brigada antisubversiva a las órdenes del Ejército, era el nexo con la policía. Y los operativos eran conjuntos.

PROCESARON POR PRIMERA VEZ A UN PILOTO NAVAL POR SU PARTICIPACION EN LOS VUELOS DE LA MUERTE


Cuando los confesores no encubren

Es el capitán Emir Hess. Para su procesamiento resultaron claves los testimonios de dos allegados que contaron cómo relataba que sus víctimas caían “como hormiguitas”. Fue detenido en septiembre después de que Página/12 publicara su historia.

El capitán Emir Sisul Hess se convirtió esta semana en el primer piloto naval procesado por confesar su actuación en vuelos de la muerte. Si bien su legajo es idéntico al de cientos de marinos, la prueba que lo llevó a Marcos Paz fueron testimonios de allegados, quienes lo escucharon relatar que los secuestrados de la ESMA “iban cayendo como hormiguitas” hacia el vacío. El caso Hess, igual que el del teniente Julio Alberto Poch, preso en España por la denuncia de sus compañeros de la aerolínea holandesa Transavia, revela cuánto depende de los confesores el avance de las causas que investigan el último eslabón del terrorismo de Estado.

El método de arrojar personas al mar fue utilizado durante la dictadura por las tres Fuerzas Armadas. Existen casos probados a partir del hallazgo de cadáveres de personas vistas en Campo de Mayo, ESMA y Olimpo. Por testimonios de sobrevivientes y del capitán Adolfo Scilingo se sabe que en los vuelos hubo militares, prefectos, gendarmes, policías y civiles. También que contaron con la asistencia espiritual de capellanes como Luis Manceñido y Alberto Zanchetta, aún libres e impunes.

El denunciante que inició a la causa, en 2002, supo del relato de Hess por boca de un tercero. Cuando el carromato judicial se puso en marcha, no sólo el confesor admitió la historia: una ex empleada del marino la ratificó y amplió. “Contaba en tono burlón que las personas pedían por favor” y que “no le temblaba el pulso”, dijo el primero. Hablaba con “bronca y resentimiento”, dijo la mujer. Hess le aseguró que las víctimas “eran tipos muy pesados” y que no se sentía un criminal porque “había que cumplir órdenes”.

En 2005 el expediente llegó al juzgado de Sergio Torres, responsable de la causa ESMA. Allí hibernó durante cuatro años, hasta que a principios de septiembre Página/12 contó la historia. La detención fue el 29 de septiembre, una semana después que la de Poch. Hess declaró ante el juez que arrojar personas al mar era “aberrante e innecesariamente cruento”, porque “en una fuerza armada lo que abundan son las armas, para ser utilizadas conforme a la Convención de Ginebra” (sic). Negó haber integrado “la fuerza de tareas creada para la lucha antisubversiva”, intentó demostrar que piloteaba helicópteros que no podían usarse para tirar personas y dijo desconocer las razones de los testigos para “tergiversar la realidad”.

El juez consideró probado que Hess “formó parte de las tripulaciones de aviones y helicópteros utilizados en el sistema de eliminación física denominado ‘vuelos de la muerte’”. Apuntó que tres aeronaves que piloteó servían para “arrojar carga sin perder capacidad de vuelo”: los helicópte- ros Sea King y los aviones Beechcraft C-45 y Pilatus Porter PL-6-A. Agregó que las confesiones fueron ante personas “de su confianza” y que un testigo de la defensa ratificó la amistad con el primer confesor.

El procesamiento de 583 páginas detalla el método que según Scilingo bendijo la jerarquía católica. Los condenados “eran designados por oficiales de Inteligencia los martes a la noche”. Los miércoles se aislaba el sótano. A las cinco de la tarde un suboficial leía una lista con números de prisioneros. “Se producía un clima de violencia, con una gran carga de adrenalina, ya que el futuro trasladado era tomado en forma impulsiva”, contó un sobreviviente. “Se los hacía tomar manos con hombro en un trencito”, apuntó Ricardo Coquet. Tabicados y encadenados, bajaban hasta la enfermería. Con la excusa de “las condiciones higiénicas” del “campo de recuperación”, les inyectaban un somnífero. Los sacaban por “una puerta que sólo se abría en esas oportunidades, directo hacia el playón”, recordó Elisa Tokar. Mareados o desmayados, los cargaban a un camión que los llevaba al aeropuerto. Gras apuntó que lo subían “a un Fokker de la Escuadrilla Multipropósito”, el destino de Hess en 1978 y 1979. Otro sobreviviente vio en la ESMA “un libro donde estaba desarrollado el proceso que seguía un cadáver cuando se descomponía abajo del mar”.

Los traslados eran “en forma semanal”, apuntó Torres, y citó un cálculo de Scilingo: “Hubo entre ciento ochenta y doscientos vuelos, arrojando en cada uno entre quince y treinta personas”, léase entre 2700 y 6000 víctimas. “Lo insólito era la vida, los nacimientos. La rutina era la muerte”, dijo Scilingo. “No matamos a nadie, no tiramos a nadie al mar”, confesaban algunos “Verdes”, aspirantes a suboficiales de dieciocho años, que a veces lloraban ante algún secuestrado. El cabo Juan Carlos Fotea confesó que era “rallante” ver el desfile de condenados. “Estamos tirando una generación al mar”, admitió el policía, que comenzará a ser juzgado en dos semanas. Varios oficiales contaron que habían “fondeado” a las monjas francesas. “Toda la Armada va a tener que poner los dedos”, sonreía el Tigre Acosta para referirse a la rotación orquestada por Emilio Massera.

El documento incluye la historia del desaparecido que volvió de un vuelo. Emilio Assales, alias Tincho, suboficial de la Armada, secuestrado el 11 de enero de 1977, fue conducido un mes después al sótano del Casino de Oficiales. El somnífero tardó en hacerle efecto porque era corpulento. Alcanzó a ver que sus compañeros vomitaban, se desmayaban y eran sacados a la rastra hacia el playón. Lo subieron a un camión y lo trasladaron al área militar del Aeroparque Jorge Newbery. Lo obligaron a subir a un avión y antes de despegar le preguntaron el número asignado. Se percataron de que aún no había sido interrogado por el Servicio de Inteligencia Naval y ordenaron devolverlo a Capucha.

–Quiero ir al sur –le insistió al suboficial a cargo del traslado, según le contó luego a un sobreviviente.

–Vos no sabés de lo que te salvaste –le respondió “Pedro Bolita”, jujeño de ojos achinados que aún no fue identificado.

Antes de relatar su experiencia, Tincho durmió un día entero. Tiempo después fue trasladado, entonces sí para siempre.

sábado, 28 de noviembre de 2009

PROCESARON A LOS EX JEFES DE LA PREFECTURA RESPONSABLES DE LA DETENCION DE HECTOR FEBRES

Prefectos sin ningún tipo de privilegio

Entre los procesados está el ex titular de la fuerza Carlos Fernández. La jueza Sandra Arroyo Salgado dio por probado que el represor, que apareció muerto días antes de que se conociera su sentencia en la causa ESMA, cumplía un arresto con muchas comodidades

Los ex jefes de la Prefectura responsables de las condiciones de detención híper flexibles que tuvo Héctor Febres antes de aparecer muerto fueron finalmente procesados por la Justicia. Hace casi dos años, cuando faltaban pocas horas para que se conociera su sentencia en la causa ESMA, el represor fue encontrado sin vida en su “celda” de la dependencia Delta de la Prefectura Naval y su cadáver contenía una enorme cantidad de cianuro. En pocas horas los investigadores comprobaron denuncias que habían sido desoídas por las autoridades respecto de los considerables privilegios de los que gozaba el ex prefecto, enlace entre esa fuerza y la Armada durante la dictadura: departamento privado cuya llave estaba en manos del “preso”, telefonía, computadora, visitas ilimitadas, uso de las instalaciones para fiestas privadas, vacaciones en la base naval de Azul y hasta chofer para su familia. Semejante escenario dificultó de manera determinante la posibilidad de establecer cómo llegó el cianuro a manos de Febres.

Por semejantes concesiones, la jueza federal de San Isidro Sandra Arroyo Salgado procesó por incumplimiento de los deberes de funcionario público, sin prisión preventiva, al ex jefe de la Prefectura Naval Carlos Fernández, al ex responsable de la base Delta Rubén Iglesias y a los ex prefectos Víctor Sosa, Luis María Morel, Rodrigo Olazábal, José Luis López y Roberto Cherey. El procesamiento dio por probado que Febres tenía en su celda teléfono, celular y una computadora, recibía visitas fuera del horario permitido y le permitían salir a descansar en dependencias de la Armada, junto a su familia. Hubo “traslados durante los meses de enero y febrero a fin de residir o vacacionar en dependencias del Arsenal Naval Azopardo (Azul), durante los años 2003, 2004 y 2005, viajes a los que, en general, era autorizado en virtud de su diabetes o de las necesidades invocadas por la misma fuerza vinculadas con la refacción de su lugar de alojamiento”, escribió la jueza. La resolución también sostiene que Febres estuvo “vacacionando junto a toda su familia en comodísimas instalaciones, con variados banquetes de comida a su alcance, que en nada se compadecen con el sometimiento a un tratamiento médico tendiente a tratar la diabetes de la que adolecía”.

Consultada sobre el fallo, la abogada Myriam Bregman, del Centro de Profesionales por los Derechos Humanos, opinó: “El caso Febres demostró la capacidad operativa que tienen los sectores de la dictadura para seguir actuando, López era un testigo indefenso pero Febres estaba, en teoría, detenido en Prefectura. Nos preocupa el secuestro de un testigo en Santa Fe, los juicios siguen con el mismo nivel de desprotección, por eso más que cuidarnos a nosotros que vigilen a los genocidas que hacen estas cosas”.

Febres fue detenido en diciembre de 1998 en la causa sobre la apropiación sistemática de menores nacidos en cautiverio, por su actuación de enlace entre la Prefectura y la Armada durante la dictadura. En diciembre de 2007 estaba terminando el juicio que lo tuvo como único represor sentado en el banquillo de los acusados. El 10 de ese mes apareció su cadáver en la celda y luego de la autopsia los peritos informaron a la jueza el hallazgo de altas dosis de cianuro. Luego de varios meses de investigación, Arroyo Salgado dio por probado que la muerte se produjo por la ingesta de ese veneno a la que habría sido forzado, y por ello procesó a los dos prefectos asignados a la custodia, junto a la esposa y el hijo de Febres, a quienes consideró cómplices en la alteración de la escena del crimen. Sin embargo, la Cámara de San Martín revocó esos procesamientos al entender que no habían sido suficientemente probados. Ahora la jueza dictó el segundo procesamiento en esta causa en la que se intenta buscar a los responsables de los privilegios que quedaron al descubierto con la muerte de Febres.

Pero ya en su primer fallo, la magistrada tenía claro que el encarcelamiento que había ordenado en su momento el ex juez Adolfo Bagnasco, y que debieron controlar sus sucesores, estuvo muy lejos de ser una prisión. “El alojamiento de Febres distaba de ser aquel proporcionado a una persona comúnmente privada de su libertad en forma cautelar”, había dicho la jueza. “El occiso se manejaba con absoluta libertad e incluso contaba con diversos medios de comunicación y poseía las llaves de su camarote”, agregó.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

PRIMERA AUDIENCIA EN EL JUICIO A DIECISIETE REPRESORES DE CENTROS CLANDESTINOS PORTEÑOS


Los dioses del Olimpo en el banquillo

Con Guglielminetti, Uballes, Simón, Miara y otros entre los acusados, comenzó el proceso por los delitos cometidos durante la dictadura en Atlético, Banco y Olimpo. El tribunal pretende que los sobrevivientes reconozcan a sus torturadores, pero la querella se opone.

Estiró los brazos para que le sacaran las esposas. Miró hacia la bandeja superior, vio muecas de lástima en los rostros de sus seres queridos, las ñatas contra el blíndex, un rosario en la mano de su hijo, y esbozó una sonrisa poco convincente. Al bajar la mirada se encontró con un grupo de Madres de Plaza de Mayo, pañuelos blancos en la cabeza, y militantes de Hijos, varios con fotos de sus padres desaparecidos en las manos. Entonces el comisario Eugenio Uballes se transformó, frunció el ceño y volvió a ser El Führer o Anteojito Quiroga, interrogador y torturador de los centros clandestinos Atlético, Banco y Olimpo. Sostuvo la mirada con odio durante varios segundos, dio vuelta la cara y se sentó resignado.

La escena formó parte de la audiencia inicial del juicio a diecisiete represores del principal circuito represivo de la ciudad de Buenos Aires durante la última dictadura, dependiente del Primer Cuerpo de Ejército. Tuvo lugar ayer, en el subsuelo de Comodoro Py, donde un tribunal porteño volvió a diferenciarse de sus pares del resto del país que juzgan a represores de la dictadura al prohibir a los reporteros gráficos tomar imágenes de los imputados.

Hace casi tres décadas de las primeras declaraciones de sobrevivientes que nombraron a Eugenio Uballes. Por sus apodos, sus tareas y también su apellido. El fallecido torturador Juan Antonio del Cerro lo confirmó en su indagatoria: “Anteojito Quiroga era el comisario Uballes, de la Superintendencia de Comunicaciones”. Formalmente era segundo jefe de guardia de los centros clandestinos Atlético, Banco y Olimpo. Según testigos que declararon en instrucción ante el juez federal Daniel Rafecas, en la práctica compartía con Baqueta (Juan Carlos Gómez) la “guardia más dura”. “No es que hacían cumplir las disposiciones disciplinarias, sino que muchas veces sacaban gente al pasillo para garrotearla”, declaró Mario Villani.

La abundancia de pruebas le permitió a Rafecas procesarlo y llevarlo a juicio sin ordenar ningún reconocimiento por parte de los sobrevivientes, con el visto bueno de la Cámara Federal. La novedad introducida por el Tribunal Oral Federal 2 (TOF-2), que lo diferencia del resto de los tribunales que instruyen juicios de lesa humanidad (excepto del TOF-5, que prohíbe de plano el trabajo de reporteros), es la prohibición de registrar su rostro. La decisión tiene por fin no explicitado someter a los sobrevivientes a reconocimientos en público de quienes los torturaron en cautiverio, e implica burlar la acordada 29/08 de la Corte Suprema de Justicia sobre publicidad de los procesos orales y, en teoría, públicos.

“Desde ya nos oponemos a cualquier intento de identificación, ni siquiera de reconocimiento”, planteó el abogado Rodolfo Yanzón, de la Fundación Liga Argentina de los Derechos del Hombres. “Un eventual reconocimiento exige inmediatez, no tiene sentido a 33 años de los hechos”, agregó. El pedido no fue como consecuencia de la prohibición a la prensa, sino al ingreso a la sala de los querellantes que son a su vez testigos. De la respuesta de los jueces Jorge Tassara, Ana María D’Alessio y María Laura Garrigós de Rébori, que se conocerá hoy, depende que la sociedad pueda conocer el rostro de quienes torturaron y asesinaron en un galpón de la Policía Federal, en cuya entrada un cartel decía: “Bienvenidos al Olimpo de los Dioses”.

Trajes y gomina

La jornada arrancó en la calle. A la convocatoria de Hijos, que repartió camisetas “Por Juicio y Castigo”, respondieron los legisladores Claudio Lozano, Eduardo Macaluse, Fabio Basteiro, Juan Cabandié y el director técnico Angel Cappa, entre otros. A las 14.30, después de que los reporteros retrataran a los jueces, ingresaron los imputados: todos con esposas, rostros adustos, la mayoría de traje, varios con gomina. Se distinguían el célebre Raúl Guglielminetti, con menos pelo y más kilos que en los ’80, cuando cayó por secuestros extorsivos, y Julio Simón, alias Turco Julián, de camisa rosa, que va en busca de su tercera condena.

Se sentaron diez en hilera, otro junto a la defensora oficial Verónica Blanca, y cuatro en segunda fila, incluido al capitán Enrique Del Pino y el subcomisario Samuel Miara, condenado ya por la apropiación de los mellizos Reggiardo Tolosa. Desde la bandeja superior los miraban el juez Daniel Rafecas y su equipo de trabajo, responsables de la instrucción de la megacausa Primer Cuerpo. Entre periodistas y allegados a los imputados también se mezclaron el subsecretario de Derechos Humanos, Luis Alen, y el embajador de Francia, Jean-Pierre Asvazadourian.

El juez Tassara, presidente del tribunal, informó una serie de formalidades y calculó en ocho meses la duración del juicio. Antes de que sus secretarios comenzaran a leer los requerimientos de elevación, el abogado Rodolfo Yanzón formuló dos pedidos: que se permita el ingreso a la sala de los querellantes que son al mismo tiempo sobrevivientes, y que durante el transcurso del juicio se informe a las partes, día a día, quiénes visitan a los imputados. “Para evitar un deceso no deseado, un segundo (Héctor) Febres”, explicó, en referencia al prefecto de la ESMA envenenado en su dúplex de Prefectura días antes de escuchar la sentencia. Hoy se conocerá la respuesta del tribunal.

El resto de la jornada estuvo dedicado a la lectura del requerimiento de elevación a juicio del fiscal Federico Delgado, un documento de casi cuatrocientas páginas con el detalle de imputados, víctimas, pruebas y estructura del aparato terrorista. Los datos de los policías sirvieron para recordar que la mayoría pertenecía formalmente a la Superintendencia de Seguridad Federal, que hasta el momento tiene sólo dos condenados por la Masacre de Fátima, y que los dos jefes del circuito Atlético-Banco-Olimpo murieron impunes: el entonces mayor Guillermo Antonio Minicucci y el comisario Antonio Benito Fioravanti. El juicio continuará hoy, desde las 14, con la lectura de los requerimientos de las querellas, y luego se interrumpirá hasta el lunes a las 9.

Marinos detenidos

Tres oficiales retirados de la Armada, investigados por crímenes de lesa humanidad durante la última dictadura, fueron detenidos ayer en la ciudad de Buenos Aires y trasladados a Bahía Blanca, donde permanecerán detenidos a la espera de juicio. Uno de ellos es el contraalmirante Carlos Busser, conocido por haber estado a cargo del Operativo Rosario que desembarcó en las islas Malvinas el 2 de abril de 1982. A la vez fueron detenidos en sus domicilios por personal de la Policía de Seguridad Aeroportuaria los capitanes Hernán Payba y Carlos Padula, en el marco de la causa que investiga violaciones a los derechos humanos en la base naval de Puerto Belgrano. Los tres marinos serán trasladados a Bahía Blanca para ser investigados en la causa que instruye el juez federal ad hoc de esa ciudad bonaerense, Eduardo Tentoni.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Una sesión por los derechos humanos


El Senado convirtió en ley la obtención de ADN por medios alternativos y que el Banco de Datos Genéticos sea un ente autárquico.

A diez años del compromiso asumido por el Estado ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, el Senado convirtió en ley anoche, por unanimidad, el proyecto oficial para despenalizar los delitos de calumnias e injurias. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner había anunciado el proyecto en septiembre, en la ESMA, durante un homenaje a los miembros de la CIDH que en 1979 corroboraron los crímenes de la última dictadura. La promesa de eliminar ambos delitos del Código Penal fue incumplida por todos los presidentes argentinos durante la última década. En la misma sesión y luego de un debate de cuatro, la Cámara alta también aprobó tres proyectos oficiales reclamados por organismos de derechos humanos:

- El primero permite a los jueces que intervienen en causas por apropiaciones obtener muestras de ADN “por medios distintos a la inspección corporal, como el secuestro de objetos que contengan células ya desprendidas del cuerpo”, tal como aprobó la Corte Suprema y como se aplicó con éxito en nueve casos de jóvenes recuperados por Abuelas de Plaza de Mayo. Se aprobó por 57 votos a favor y sólo uno en contra.

- El segundo convierte el Banco Nacional de Datos Genéticos, que tenía una doble dependencia funcional, en un ente autárquico que funcionará dentro de la órbita del Ministerio de Ciencia y Tecnología. El BNDG se encarga de realizar los exámenes genéticos que hicieron posible identificar a decenas de hijos de desaparecidos. Fue el que mayor resistencia tuvo: 38 votos a favor, 20 en contra.

- El tercero establece que las asociaciones o fundaciones registradas conforme a la ley pueden constituirse como querellantes en los procesos por crímenes de lesa humanidad, al margen de representar a víctimas directas, siempre que su objetivo estatutario se vincule con la defensa de los derechos lesionados. La ley pone fin al cuestionamiento de distintos tribunales a la legitimidad de organismos que patrocinan a víctimas o familiares. Se aprobó por 50 votos a favor y siete en contra.

La eliminación de los llamados “delitos contra el honor” del Código Penal implica cumplir el fallo de la Corte Interamericana en el caso de Eduardo Kimel, el periodista condenado por criticar la actuación de la Justicia durante su investigación de la Masacre de San Patricio en 1976. El tribunal le ordenó al Estado dejar sin efecto la sentencia, indemnizar al periodista, reconocer su responsabilidad en un acto público y modificar su legislación para evitar violaciones a la libertad de expresión, punto que se cumplió ayer.

El debate comenzó poco antes de las seis de la tarde. Los tres proyectos, con dictamen favorable de la Comisión de Justicia y Asuntos Penales, se debatieron en conjunto. El pampeano Rubén Marín los presentó en nombre del oficialismo. Remarcó que el traspaso del BNDG a Ciencia y Tecnología y no al Ministerio de Justicia, como establecía el proyecto original, era un pedido de los partidos que asegura “una independencia y autonomía mayor”. Sobre el proyecto de extracción de ADN, destacó que estaba en línea con los fallos de la Corte Suprema y las indicaciones de la Comisión Interamericana, y que trataba de “contemporizar un medio de prueba que la tecnología puso al servicio de los jueces, sin invadir la privacidad de la persona”.

Luis Petcoff Naidenoff fundó la negativa al proyecto del BNDG tras remarcar la trayectoria de la UCR, por haber excluido de las leyes de impunidad la apropiación de menores. Cuestionó que se limita la utilización del BNDG a causas vinculadas con delitos de lesa humanidad; la misma crítica formuló Sonia Escudero, del Interbloque Federal: el traspaso implica “la apropiación de once mil muestras de ADN, y se deja en desamparo total a actuales y futuras víctimas de delitos”, afirmó.

Petcoff leyó una carta de Adolfo Pérez Esquivel. Según el Premio Nobel de la Paz, el Banco bajo la órbita del Ejecutivo “afecta el requisito de la imparcialidad”, porque la Secretaría de Derechos Humanos es querellante en causas penales, y por ende “implica otorgar un salvoconducto a los imputados”. El radicalismo también objetó que los jueces pudieran ordenar la extracción de ADN de imputados. “Si pasamos esa línea nos llevamos puesta la arquitectura garantista de la Constitución”, afirmó. Samuel Cabanchik, de la Coalición Cívica, consideró que la transformación del Banco era “inmotivada para las necesidades de investigación y reparación”, sugirió errores de redacción y consideró “bochornoso” que no se haya solicitado la opinión de las autoridades del Banco.

La senadora chaqueña Elena Corregido prefirió relatar la recuperación de Martín Amarilla Molfino. “Le quitaron el derecho a la intimidad, que es el de mirarse con su madre cuando se alimenta”, dijo, y recordó que “su propia sospecha lo llevó a hacerse los análisis de ADN, datos que el Banco no tenía, porque su familia ignoraba que la mamá estaba embarazada”. “Todos tenemos derecho a la identidad y a recuperar a nuestros hijos y nietos. Con estas leyes estamos asegurando el derecho a la verdad”, afirmó.

Daniel Filmus recordó que “este Congreso aprobó las leyes de impunidad” y destacó “el aval para debatir estos proyectos es el respaldo de los organismos de derechos humanos”. “Cuando buena parte de la sociedad les daba la espalda, Madres y Abuelas siguieron luchando. Hoy plantean estos temas como centrales para recuperar la dignidad de la sociedad”, dijo. Rubén Giustiniani fundó la disidencia del socialismo sobre el traspaso del Banco, y respaldó los otros proyectos. “Van a significar un instrumento legal importante para avanzar en el esclarecimiento de los delitos de lesa humanidad”, afirmó. “Hoy damos un paso adelante en el camino de la verdad, la justicia y la consolidación de la democracia”, cerró.

martes, 17 de noviembre de 2009

Una demora para el juicio de la ESMA


BA A COMENZAR EL JUEVES Y SE POSTERGO POR EL CAMBIO DE UN JUEZ

El comienzo del juicio por delitos de lesa humanidad cometidos en la Escuela Superior de Mecánica de la Armada, que estaba previsto para este jueves, fue suspendido al producirse un cambio en la composición del Tribunal Oral Federal 5, que atiende este caso. La modificación debe ser notificada a las partes antes de iniciarse el proceso.

El sábado pasado, la Presidenta firmó el decreto que llevó al juez Guillermo Gordo al TOF-3 y lo reemplazó por el magistrado de ese tribunal, Oscar Hergott, en una suerte de enroque. De esta manera, la nueva fecha de inicio en el proceso se dará a conocer apenas concluyan los trámites correspondientes. Según aseguraron fuentes judiciales, ya habría ingresado en el tribunal un pedido de recusación contra Hergott, que podría dilatar aún más la espera.

Aunque ninguno de los dos magistrados hizo públicos los motivos por los que solicitaron el cambio, aprobado por el Consejo de la Magistratura el jueves pasado, el decreto que firmó la presidenta Cristina Fernández apunta a “lograr una más eficaz prestación del servicio de justicia”. Lo cierto es que ni Gordo ni Hergott tenían una buena relación con sus compañeros de juzgado. En particular, Gordo siempre se opuso a la publicidad de los juicios, por lo que en varias ocasiones prohibió el ingreso de reporteros gráficos, algo que le valió no sólo reclamos de fiscales y organismos de derechos humanos, sino también una acordada de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.

En los 16 años durante los que formó parte del TOF-5, Gordo condenó a dos parejas de expropiadores, al policía Julio Simón (“el Turco Julián”) y a los ex jefes del centro de detención clandestino Mansión Seré, entre otros casos. También absolvió a Miguel Angel Timarchi por la Masacre de Fátima, y juzgó al prefecto Héctor Febres, que fue envenenado antes de que se conociera el fallo. Su nuevo destino no tiene causas vinculadas con el accionar de la represión estatal durante la última dictadura militar, por lo que podrá alejarse de un tema que sobrevoló toda su carrera.

Por su parte, Hergott participó en la causa por los delitos de lesa humanidad cometidos en el Policlínico Posadas, pero el ex dictador Reynaldo Bignone lo recusó antes de que comenzara el juicio, como una estrategia para dilatar el proceso. Algo similar a lo que ocurre ahora: antes de que su designación en el TOF-5 sea oficial, ya habría recibido una impugnación.

El juicio a los miembros del Grupo de Tareas 3.3.2, enmarcado en la megacausa ESMA que instruye el juez Sergio Torres, es uno de los más relevantes por violaciones de los derechos humanos en la última dictadura, tanto por su magnitud (se espera que dure unos seis meses y que desfilen por el tribunal casi 300 testigos) como por la notoriedad de los crímenes que serán juzgados. Entre esos delitos se encuentran el asesinato de Rodolfo Walsh, el secuestro y desaparición de las monjas francesas Léonie Duquet y Alice Domon y el de Azucena Villaflor, fundadora de Madres de Plaza de Mayo. Entre los 19 ex marinos acusados están Alfredo Astiz, Jorge “el Tigre” Acosta, Antonio Pernías, Jorge Radice, Ricardo Cavallo y Adolfo Donda Tiguel

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Las pericias de ADN

ANALIZARAN ROPA DE DOS PRESUNTOS HIJOS DE DESAPARECIDOS
En la causa Prieto, la Cámara Federal porteña avaló la decisión de la jueza Servini de obtener datos genéticos mediante el análisis de prendas incautadas en un allanamiento.

La Justicia podrá analizar el ADN de dos presuntos hijos de desaparecidos utilizando muestras obtenidas de ropa incautada en un allanamiento. La Cámara Federal porteña avaló una decisión de la jueza María Servini de Cubría en la causa Prieto, que investiga la apropiación de dos menores por un suboficial de la Marina durante la dictadura. En esa misma causa, en agosto pasado, la Corte Suprema autorizó el secuestro de artículos personales, cepillos de dientes, peines y ropas como medios de prueba para determinar la identidad de posibles descendientes de desaparecidos.

La Sala II de la Cámara, integrada por los jueces Horacio Cattani, Martín Irurzun y Eduardo Farah, rechazó los recursos de queja presentados por Emiliano y Guillermo Prieto. Ambos objetaban que los efectos personales que Servini de Cubría ordenó secuestrarles en septiembre fueran peritados para determinar su ADN. El objeto del peritaje es cotejar el resultado con el Banco Nacional de Datos Genéticos y realizar “los correspondientes estudios de histocompatibilidad”, según señalaron los jueces, para determinar si existen vínculos entre los jóvenes y “los grupos familiares Ingold-Angerosa y Segarra-Torres”, dos matrimonios de desaparecidos, o con otras víctimas de la dictadura.

Emiliano y Guillermo fueron criados por Guillermo Antonio Prieto, un suboficial de la Marina en actividad durante la dictadura, y su esposa Emma. El matrimonio inscribió a los niños como hijos biológicos: Emiliano, del 6 de agosto de 1978, y Guillermo Gabriel, del 1º de junio de 1976. Las Abuelas de Plaza de Mayo creen que nacieron en cautiverio y que sus verdaderos padres serían dos parejas diferentes. Ambos figuran como nacidos en un domicilio particular y se presume que el certificado, como sus documentos de identidad, son falsos.

Ante la resistencia de los hermanos a que se analice su código genético, la jueza Servini de Cubría había argumentado que el análisis de las muestras obtenidas era la “única alternativa capaz de dar respuesta a la cuestión debatida, ya que se intenta dilucidar la eventual filiación de quien fuera inscripto como Emiliano Matías Prieto”. Ahora, tras la apelación, la Cámara consideró que “la cuestión puesta a estudio se torna claramente inapelable, ya que obtenido el material genético conforme a las pautas indicadas por la Corte Suprema de Justicia en sus recientes pronunciamientos, la magistrada ha dispuesto la realización de un peritaje, sin involucrar ninguna acción de Emiliano Matías Prieto”.

La puja por conocer la filiación de los dos jóvenes comenzó en 2000, cuando la Justicia ordenó una extracción compulsiva de sangre a Emiliano. El se negó y tras sucesivas apelaciones su expediente llegó a la Corte Suprema. El joven planteó que el examen viola sus derechos de “intimidad, integridad física, psíquica y moral, a la dignidad, a la vida privada y a gozar de los derechos civiles”. Hace tres meses, el máximo tribunal rechazó la extracción compulsiva de sangre a mayores de edad para obtener muestras genéticas, pero autorizó los allanamientos a domicilios de personas presuntamente apropiadas durante la dictadura para incautar elementos que permitan rastrear su verdadera filiación.

Mientras, el Congreso analiza un proyecto oficial que habilita a la Justicia a ordenar la recolección de pertenencias de posibles hijos de desaparecidos para constatar su identidad, aun cuando la víctima no dé su conformidad.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Los 28 de los que nunca se habló


DOCUMENTO EXCLUSIVO QUE REVELA LOS NOMBRES DE 81 PERSONAS QUE INTEGRABAN EL GT 3.3

Los 28 de los que nunca se habló

La orden firmada por Massera para condecorar a 81 integrantes o colaboradores del Grupo de Tareas de la ESMA reveló la existencia de 28 personas que no fueron denunciadas. Más pruebas para el juicio que comienza la próxima semana.

El 12 de septiembre de 1978, cuando la mayor parte de los secuestrados de la ESMA ya habían sido “trasladados” en vuelos de la muerte, el almirante Emilio Massera condecoró a ochenta y un hombres por su actuación “en el Grupo de Tareas 3.3, en operaciones reales de combate”. La lista incluye secuestradores, torturadores, mecánicos que reparaban autos robados, médicos que atendían partos en cautiverio e inyectaban a las víctimas de los vuelos, aviadores, técnicos aeronáuticos y hasta el electricista que reparaba las picanas. Alfredo Astiz, Jorge Acosta y otros once combatientes serán juzgados desde la próxima semana en Comodoro Py. Ocho están procesados con prisión preventiva. Cinco continúan prófugos. Murieron como mínimo 27: los menos como imputados –incluido el prefecto Héctor Febres, envenenado antes de escuchar su sentencia–, la mayoría en el anonimato. Página/12 investigó y buscó al resto: 28 desconocidos, libres e impunes. Cinco son dueños o directores técnicos de empresas de seguridad privada. Varios hicieron carrera en la Armada y supieron merodear altas esferas de gobierno. Uno fue director de Inteligencia Naval hace apenas cinco años. Otro presidió el Foro de Almirantes Retirados, bastión de lucha a favor de la impunidad de sus miembros.

La resolución secreta lleva el número 745/78. Se titula “Otorgar distinciones a personal componente del Grupo de Tareas 3.3” (GT 3.3). Invoca como fundamento la resolución 736/78, que instituyó premios a protagonistas de “hechos heroicos y acciones de méritos extraordinarios, individuales o de conjunto”, y la firma Massera, comandante en jefe de la Armada. La lista incluye sesenta marinos, ocho miembros de la Policía Federal, tres del Ejército, tres del Servicio Penitenciario Federal, dos de Prefectura y cinco civiles, divididos en cuatro categorías: heroico valor en combate, honor al valor en combate, operaciones de combate a secas, y premio al esfuerzo y la abnegación. Sólo cuatro figuran además como heridos en combate. Excepto los suboficiales, todos son realzados con el rango de Don. La orden escrita firmada por Massera fue incorporada a la causa a cargo del juez federal Sergio Torres hace casi seis meses.

Un operador Florido

La resolución de la Armada, que niega conservar información sobre la guerra sucia, fue incorporada a la causa “a título de colaboración” por el capitán de fragata médico Carlos Octavio Capdevila, procesado con prisión preventiva por atender a mujeres embarazadas en la ESMA a partir de 1979. La condecoración incluye a los colegas que lo precedieron: Carmelo Spatoco, Héctor Reinaldo Ricciardi y el comisario Francisco Antonio Diez, todos fallecidos. El 18 de mayo, preso en el penal de Ezeiza, “Tommy” Capdevila solicitó ampliar su declaración. Explicó que llevaba seis años detenido y consideró injusto que le prorrogaran su prisión preventiva. “Mi colaboración no ha sido tenida en cuenta”, afirmó, y le recordó al juez que varios miembros del GT 3.3 que mencionó en 2007 “no han sido llamados a prestar declaración indagatoria”.

Citó como ejemplo al capitán de navío auditor Pedro Carlos Florido. Reiteró que supo “por comentarios del capitán Acosta que en 1977 y 1978 cumplió funciones” en la ESMA, que lo vio “salir numerosas veces del despacho del capitán (Horacio) Estrada” en 1980, y manifestó su sorpresa de que, lejos de estar detenido, “hasta no hace mucho tiempo siguió manejando nuestras causas como integrante del Servicio de Inteligencia Naval, por tener relación personal con varios jueces federales, entre los que se encuentra Su Señoría y (María) Servini de Cubría”, declaró.

En base al Plan de Capacidades de la Armada y a las directivas del Consejo de Defensa 1/75 “Lucha contra la subversión”, ambos de 1975, Capdevila calculó que la suma de oficiales superiores y jefes que participaron de la guerra sucia asciende a 1200 marinos, “que indudablemente tenían capacidad de decisión”. “Sólo resta a Su Señoría ordenar a la Armada que suministre los datos de quiénes cubrían esos cargos e indagarlos”, propuso.

“En mi modesta opinión todos aquellos que hasta la fecha no aparecieron deben estar muertos”, arriesgó, y para dar con los responsables de los vuelos consideró “imprescindible investigar a la Fuerza Aeronaval 3 de Ezeiza”, dato que coincide con las declaraciones de ex mecánicos del área militar de Ezeiza citados el mes pasado por Páginal12.

Tiburones y panteras

Varios condecorados tuvieron una larga carrera naval. La mayoría pasó a retiro en la década del ’90. Seis siguieron en actividad en el siglo XXI. Héctor Julio Alvarez alcanzó el grado de vicealmirante. En 1998 participó como comandante del Area Naval Austral del primer ejercicio combinado con la Armada de Chile. En la foto que publicó La Nación aparece tomando un café, en Puerto Williams, con el contraalmirante chileno Jorge Arancibia Clavel. En 1999 el presidente Fernando de la Rúa lo nombró director de Personal Naval. Entre 2003 y 2006 presidió el Foro de Almirantes Retirados.

Cinco llegaron a ser contraalmirantes: Gerardo Enrique Ferrer, Jorge Daniel Marquardt, Jorge Horacio Fuertes, Mario José Bilesio y Horacio Luis Ferrari. En septiembre de 2003 el ex presidente Néstor Kirchner designó a Ferrari como Director de Inteligencia Naval, cabeza de la estructura que sería denunciada por el espionaje ilegal en la base Zar. El ex ESMA es también vicepresidente del Centro Naval y “capitán general de rugby” en el club Centro Naval. Un sobreviviente denunció en 2007 que Ferrari era el apellido de “Pantera”, jefe de operaciones del GT 3.3 que reemplazó a Enrique Yon. Otro mencionó al “teniente Ferrari” a secas. El fiscal Eduardo Taiano precisó en su dictamen de 2005 que “Pantera” era en 1977 teniente de navío. El condecorado era en 1978 teniente de fragata. Vive en un departamento de la avenida Libertador.

Entre los distinguidos hay al menos dos sobre quienes obran en la causa datos contundentes. Un “suboficial Mazola” aparece en distintas declaraciones como “ayudante de Acosta y Radice”. En 2005 Taiano incluyó en su dictamen a “Aníbal José Mazola” y apuntó que actuó entre 1977 y 1979 en el sector de logística del GT 3.3. La Armada respondió que ningún suboficial tenía ambos nombres y envió el certificado de defunción de un tal Julio Mazola. Hasta allí llegó la búsqueda de la Justicia. La condecoración precisa el nombre: “Suboficial mayor Domingo Aníbal Mazola”, que hoy tiene 78 años.

Los sobrevivientes recuerdan a tres miembros del Servicio Penitenciario Federal en la ESMA. “Fragote” es Carlos Generoso, preso en Ezeiza. “Paco” es Roberto Naya, prófugo. El tercero se apodaba “Yoli”, “presumiblemente apellidado Guerra”, apuntó el fiscal Taiano. Massera condecoró a tres penitenciarios: Generoso, Naya y el “oficial adjutor Arturo José Guerra”, que hoy tiene 59 años, vive en Ezeiza y llegó a ser alcaide mayor.

Un razonamiento similar se aplica a los miembros de la Policía Federal. Massera condecoró a siete. Ernesto Weber, maestro en el arte de la picana, goza de arresto domiciliario. Juan Carlos Fotea Dineri, alias “Lobo”, está preso en Marcos Paz. Siguen prófugos Roberto González, alias “Federico”, el “Gordo Juan Carlos” Linares y Pedro Salvia, alias “Angosto”. Carlos Pérez, alias “Bicho”, está muerto. El último es el agente Raúl Cabral, cuyo apellido nadie conocía y “tiene que ser Tiburón porque es el único que falta del grupo de la Federal”, apunta un sobreviviente. Taiano incluye a “Tiburón” en 1977 y 1978 en el sector operaciones del GT 3.3.

Abnegados

Las condecoraciones “al esfuerzo y la abnegación” son las únicas que incluyen a civiles. Oscar Hermelo intervenía en la preparación de los autos no identificables que se usaban en los secuestros. “En 1977 era mi subordinado en el Taller de Automotores, hombre de confianza del grupo de tareas”, escribió el capitán Adolfo Scilingo en 1995, cuando el menemismo designó a Hermelo como fiscal de ejecución. El artículo que ese año publicó Horacio Verbitsky incluye una foto en el taller de la ESMA donde Scilingo le entrega una maqueta de un auto en reconocimiento por su labor. Hermelo sobrevivió en el Ministerio Público hasta el mes pasado. Renunció tras una investigación ordenada por el procurador Esteban Righi a partir de una denuncia del legislador Juan Cabandié, nacido en la ESMA. El fiscal Alejandro Alagia consideró probada su actuación en la ESMA.

Gonzalo Torres de Tolosa, también abogado, ex defensor de varios de sus compañeros, está denunciado como asiduo visitante a la ESMA, miembro del sector “automotores”, y pariente lejano del Tigre Acosta. Scilingo declaró que el “Teniente Vaca”, a quien identificó como Torres de Tolosa, lo acompañó en uno de sus dos vuelos de la muerte. Estuvo apenas un día preso, por orden del juez español Baltasar Garzón. Taiano solicitó su detención hace ya cuatro años.

El mérito del “instructor de práctica” Carlos Héctor Gattoni sería el buen mantenimiento de las picanas. “Gattoni era el apellido de un profesor de la ESMA a quien apodaban ‘Gato electrónico’”, recordó un sobreviviente. “Era profesor de electricidad o de física. Había quedado mal de la cabeza después de tirarse un clavado a una pileta vacía. Tenía entre 30 y 35 años, usaba bigotito”, agregó.

Entre los abnegados figura también el suboficial mayor del Ejército Juan Alberto Brezzo, mencionado por Scilingo en “automotores” con “un sueldo espectacular”, y el “instructor de práctica” José Cotelo. El capitán de navío Oscar José Cabrera murió en 1981. El capitán Osvaldo Agustín Garutti, fallecido hace una década, era íntimo del almirante Chamorro, director de la ESMA. El agente civil Luis Antonio Corvini falleció a los 84 años hace menos de un año. Su esposa no recuerda la condecoración aunque sí que “trabajó toda la vida en la ESMA, enseñaba mecánica”. El médico Francisco Antonio Diez, comisario inspector de la Policía Federal y vecino de Palermo nacido en 1920, habría muerto dos años atrás.

“Nunca di tantos abrazos en mi vida”

MARTIN AMARILLA CUENTA POR PRIMERA VEZ SU BUSQUEDA Y EL ENCUENTRO CON SU FAMILIA

Tres hermanos, un nombre verdadero, el rostro de la madre, un huracán de descubrimientos y sensaciones. Martín acaba de descubrir quién es y de verse reflejado en los pequeños hábitos y los grandes parecidos de una familia que no sabía que existía hasta hace una semana.

Tiene 29 años, el cuerpo huesudo, la barba muy corta. A poco de hablar dice que está nervioso, con los pies fuera de la tierra, que el cuerpo le tiembla como tembló cuando tocó por primera vez un acordeón. Era uno que le habían prestado y todavía no sabía –faltaban muchos años para que supiera– que era el mismo instrumento que tocaba su madre. “Cuando lo toqué lo sentí y me temblaron las manos, no sé si lo probaste alguna vez: me gustó el sonido grave, es como tener un piano en medio del pecho, un instrumento que con cada nota que abrís o que cerrás sentís que tiembla todo.” Hace menos de una semana, desde Abuelas de Plaza de Mayo lo llamaron para contarle su historia. “Recién ahora estoy poniendo los pies sobre la tierra” y de corrido intenta explicarse sin comas, casi sin respiración. “Estoy deslumbrándome, conociéndolos a ellos, conociéndome a mí mismo.”

Son más de las once de la noche. Martín está en una terraza cerca del Congreso y un tumulto de voces se oye de fondo, como un murmullo. Treinta años atrás, exactamente el 2 de noviembre de 1979, los tres hermanos de Martín llegaban a la casa de sus abuelos en el Chaco después de quince días de cautiverio. Un grupo de tareas del Ejército había secuestrado a sus padres, Marcela Molfino y Guillermo Amarilla, el 17 de octubre, apenas volvieron al país en la contraofensiva de Montoneros. A Guillermo lo secuestraron en un bar, durante una cita. A Marcela se la llevaron de la casa de San Antonio de Padua donde estaban viviendo. También se llevaron a los tres chicos, a un hermano de Guillermo y sus dos hijos. Los cinco chicos permanecieron en una casona antigua al cuidado de un grupo de mujeres policía (ver nota aparte). El 2 de noviembre los sacaron de ahí, los subieron a un avión y los depositaron en una provincia que no conocían, al cuidado de una tía. Nadie supo hasta ahora de la existencia de Martín. El cuarto hermano nació ocho meses después del secuestro. Treinta años después, este 2 de noviembre, la historia volvió a poner las cosas en orden: las Abuelas llamaron a los tres hermanos Amarilla-Molfino y a Martín. Horas después, se daban el primer abrazo.

“Me pasó algo muy extraño todo este tiempo”, arranca Martín. “Todo el tiempo me quería mudar a San Antonio de Padua, no sabía por qué. Hasta había hablado con una amiga y ella me preguntaba por qué Padua y yo le decía no sé, me gusta Padua.”

–¿Vivís cerca?

–Vivo a media hora, cuarenta minutos. Pero nunca supe por qué quise ir ahí. Y me encuentro todo el tiempo con cosas así, pequeñas cosas que de a poco voy entendiendo que parecen un detalle insignificante, pequeño, pero no son tan así. ¡Me encontré con un montón de primos que se comen los dedos igual que yo! ¡El mismo tipo de comida! Y es la primera vez que me pasa.

–¿Qué es lo que sucede en estos días?

–Estoy viviendo. Eso. Ya pasaron varios días, tengo la sensación de que pasó mucho tiempo, los dos primeros días parecieron 54 meses. ¡No parece que hubiese pasado menos de una semana! Recién ahora se me están poniendo los pies en la tierra. Estoy bien, es gente muy linda y creo que esto es un momento muy importante para todos, sentí que estuvieron al lado mío, pero también que todavía hay cosas que no entiendo.

–¿Como qué?

–Los gustos musicales de ellos, todavía no los entiendo.

–A vos te gusta la música.

–Sí, y me gusta toda la musica, pero soy acordeonista.

–¿Cómo fue que empezaste con eso?

–Yo toco la guitarra desde chiquito, pero un día me compré un acordeón. No sé si vos probaste alguna vez un acordeón: a mí siempre me llamó la atención porque me gustó el sonido. Una vez me prestaron uno y lo sentí: me temblaron las manos, es como tener un piano en medio del pecho, un instrumento que con cada nota que abrís o cerrás sentís que tiembla todo, sentís la vibración de la nota, las notas graves, te hacen vibrar. Todavía estoy aprendiendo, te digo, pero es como que entiendo cuando suena.

–¿Cómo se vive el encuentro con tu familia?

–Estoy todavía tratando de traducir lo que siento, ponerle palabras. Me siento muy protegido, muy cuidado, como que me comprendieron desde el primer momento, porque para las dos partes fue un shock. Yo siento que es una historia que recién estoy empezando a conocer y que ellos ya traían. Ahí se abren preguntas y por ahí en esos momentos es el amor lo que aparece en primer plano. Cuando los vi, dije: no me separo más de ellos porque ahora, después de todo lo que pasó y después de que intentaron separarnos... Pero con esto no quiero decir nada sobre la persona que yo considero que es mi madre del corazón. Hacia él sí. Es decir, quizá si yo reconozco un enojo hacia alguien es hacia él, hacia el que me capturó. Realmente conociendo ahora cómo fue la historia, sé que ella me acogió con todo el amor del mundo y ahora que acabo de charlar con ella, recién estoy disfrutando.

El encuentro

Martín nació el 17 de mayo de 1980 en el Hospital Militar de Campo de Mayo, un edificio del Ejército donde daban a luz las mujeres detenidas en los centros clandestinos. Quedó en manos de un agente de Inteligencia militar que murió quince años después. Adolescente, empezó a preguntarse por sus orígenes. Los hermanos que acaba de conocer están convencidos de que Martín no necesitó descubrir ningún papel para saber lo que había pasado. Creen que su madre Marcela se lo dijo mil veces durante el embarazo, que le habló a la panza, que él tiene metida en el cuerpo la voz de ella diciéndole de sus hermanos y quién era.

Martín se dio cuenta de que no era hijo de quienes se suponía que era hijo por distintas cosas, pero una fueron las cuentas: la persona que hacía de su madre tenía más de cincuenta años cuando nació. El buscaba fotos de su embarazo. Dicen que jamás decía a qué se dedicaba su supuesto padre. Que decía que era oficinista. Y que no mostraba las fotos en las que aparecía con el uniforme militar. Apenas entró a su casa por primera vez, la novia imaginó que no era hijo de esa familia. Los hermanos dicen que si ella lo sabía, él también.

Los tres hermanos siguen viviendo en el Chaco. Mauricio tiene 34 años y es alto como Martín. Joaquín, de 32 años, es muy corpulento, e Ignacio, el de 30, es el más parecido a Martín. Los tres viajaron a Buenos Aires el lunes, iban a volver a Chaco el martes, pero hasta anoche todavía estaban acá.

“Al principio, yo no entendía nada de nada”, sigue Martín. “Era como ver una película en la que yo era el espectador de mi vida; con los días hablé con los hermanos de mi papá y con otra gente y eso me sirvió porque me dijeron que me lo tome despacio, porque uno se acelera y todo parece muy rápido y se da a una velocidad vertiginosa.”

–¿Sabías la historia del país?

–Es shockeante porque parece que el pasado se mezcla con la vida del país. Y yo no sé si tengo un gran conocimiento de la historia, pero sí tengo un conocimiento sobre lo que pasó con los militares y la dictadura y siempre me sensibilizó mucho y eso me llamaba la atención. Veía películas, leía cuestiones de la dictadura. Me sensibilizaban muchísimo, y me decía: ¿por qué yo no? Pero bueno, fue una decisión que costó tomar, pero no podía no tomarla: no podía pasar por esta vida sin saber la verdad o ejercer más bien la verdad. Y ahora sé que por mis padres, también era algo sanguíneo.

–¿Qué te dijeron de ellos?

–Que eran luchadores y la lucha, bajo las banderas que sean, siempre es por empujar una verdad y a lo mejor viene por ahí la mano. Y desde el amor. Y bueno, yo digo que es todo eso junto.

–¿Es cierto que te alertó tu partida de nacimiento?

–La partida de nacimiento no fue lo que me llamó la atención porque en el documento es donde figura como que soy nacido en Campo de Mayo. Pero no fue eso, en sí. Sino que fueron impresiones, marcas pequeñas. La historia del país en realidad, en un lugar y en una época donde le sucedió esto a mucha gente. Mucha gente que no lo sabe. La edad de mis padres a la edad de tenerme, la profesión de él. Y fotos que no veía...

–Vos fuiste a Abuelas..

–Yo fui a hacerme los estudios a la Conadi porque sospechaba. Todo los datos cerraban y al poco tiempo me dieron turno para la extracción de sangre, y cuando meses más tarde me dijeron que no, para mí era “no”. Porque uno en realidad lo que espera es que “no”. ¡Que no sea así! Uno se dice esas cosas. Pero bueno si era así, también estaba bien porque era la verdad. Y yo fui a buscar la verdad. Dos años después me llamaron, no sé si dos años porque mucha conciencia del tiempo uno no tiene, pero me llamaron. Fue el viernes pasado, y me dijeron que tenía una entrevista el lunes... Yo me quedé mudo. Fue un llamado que me sorprendió. Porque para mí era un caso cerrado: imaginate, había pasado un tiempo, ahora me enteré de que eran dos años, a mí me parecían menos, pero era tiempo.

–¿Qué pensaste?

–Cuando me llamaron al principio me quedé mudo y no me animé a preguntar para qué. Para más información, me dijeron. Y entonces yo busqué unas fotos que tenía, llevé más información. Y cuando llegué me atendió Claudia, la hija de Estela de Carlotto, y tuve una sensación que se intuye, que el cuerpo habla por sí mismo. Y yo lo vi en el cuerpo de ella. En ese momento me contó la historia, cómo fue y que estaba mi familia en Abuelas, esperándome. Y la verdad es que me sentí protegido porque en esos momentos necesitás contención, porque tenía miedo.

–¿Miedo?

–Sí, es una sensación animal, como la de los animales cuando sienten miedo viste que salen corriendo, eso. Pero... por suerte no salí corriendo. Me crucé con otros hijos con la misma experiencia en ese momento que te dicen dos o tres palabras y vos ves que te están entendiendo, todo es raro. Las Abuelas están cerca y de pronto vos que las veías allá lejos, no sé, las ves como de tu familia, te dicen: “Vestite bien que estás desprolijo”.

–¿Qué te pasó cuando entraron?

–Claudia me llevó con un taxi para Abuelas, yo no entendía nada, era algo muy raro. Hasta ese momento era un lunes común, un lunes más de mi vida y de golpe me estaban diciendo: “Tenés tres hermanos que te están esperando”. Guauuuu, dije yo. Claudia se reía. Y yo no puedo decir qué pasaba porque siento sensaciones amorfas y cuando llegamos la vi a Estela de Carlotto en la puerta, me miraba y de golpe me estaba esperando a mí y yo me pellizcaba. Me preguntaba si lo que estaba viviendo no era un accidente, si no estaba teniendo un sueño en terapia intensiva, pensé si no estaba Woody Allen dando vueltas o haciendo una película por ahí cerca. Y bueno la vi a Estela. Le di una abrazo gigante y di abrazos y abrazos, que nunca di tantos abrazos en toda mi vida.

–¿Tus hermanos?

–Cuando abrí la puerta eran 54 mil personas que vinieron y encima me dijeron: “Y eso que es el diez por ciento”. Pero en el momento te quedás sin aire y cada persona que se me acercaba y me decía “yo soy tal” y “soy amigo de tu padre”. Y te empiezan a hablar, se te empiezan a mezclar todos los nombres, y de pronto vi a otro hijo o alguien de Abuelas que me dice: quedate tranquilo, porque uno no sabe quién es quién y mi memoria es patética para los nombres.

–¿Con los nombres de tus hermanos pasó lo mismo?

–Con mis hermanos me costó acordarme los nombres... Pero no importa los nombres, no importa nada, es ese abrazo que nace del pecho. No hay manera, no hay nada. Ahí vi realmente, vi gente muy buena. Tengo la sensación de que es muy buena, no los conozco y es extrañísimo eso, porque son mi familia y no los conozco. ¿Por qué tengo que pasar por todo esto? Y eso me dio una mezcla de emoción, de bronca, de desorientación, de no entender nada. De interrogación, de signos por todos lados. Pasaron los días y seguía en el aire. No podía dormir la primera noche, la segunda fue como un infiernito. Mi novia fue fundamental, y creo que si no estaba con ella, sobre todo los primeros días, es como que me iba del suelo.

–Era parte de lo poco conocido....

–Las impresiones con mis hermanos son muy extrañas. Me pasaba con el más chico, lo miraba, me quedaba mirándolo, porque nunca vi una persona tan parecida a mí, porque hasta me parecía divertido y se los comentaba. Y mi novia me decía ¡hasta tienen los mismos dientes! Y se reía. Me contaban cosas y por momentos no escuchás nada, y me doy cuenta de que es como que las tengo olvidadas, por eso te decía lo de estar en una película. En medio de todo. Uno de ellos dijo que no hacía falta el ADN porque reconoció, no bien me vio, las orejas. Y eso fue muy gracioso después de tantas lágrimas y de tanto no entender nada.

Lo primero que hizo Martín ante su familia real fue pedir una foto de la madre. “No sé por qué –dice– pero la que me intrigaba era ella, quería saber qué pasó con ella, cómo era, y bueno, de a poco me estoy enterando y entiendo. No me lo imaginaba, sabía que iba ser una historia así, pero saber cómo era son cuestiones que tienen que ver con preguntas que se hace uno, es tan fuerte, pensar que después de todo lo que habrá vivido pude salir de ahí adentro, me tuvo y se dio todo de una manera tan especial.”

–¿Supiste algo de ella?

–La familia me protege mucho y no me llena de información y eso está bueno. Y ahora estoy queriendo saber los pequeños detalles. Pero mi familia es como que no quiere invadirme, yo me siento aturdido a veces, te cuentan algunas cosas, pero se te empieza a mezclar todo, y yo necesito mis espacios de soledades. Todo esto no lo tomo con la idea de recuperar algo, sino de empezar algo. Porque yo lo tomo como que ganamos gracias a todos, a la gente que estuvo allí al lado mío, a mi novia, a mis amigos que mañana (por ayer sábado) van a conocer a mis hermanos.

–Dicen que tus hermanos son raros porque son muy unidos.

–Son muy unidos, y también eso fue raro. Si yo hubiese entrado a una familia donde había quilombos a lo mejor no hubiese sido tan fácil, pero los miro y me pone contento. Pero quiero ser también cuidadoso con eso porque es como que ahora te cuentan cosas de ellos, cosas que pasaron juntos, en las que uno no estuvo ahí, me digo: ¡la pucha, pero no estuve! Pude haber estado, y dado una manito. Y eso: te van cayendo las fichas muy de a poco. Pero es lindo, no lo estoy viviendo como algo triste, no. Es lindo tener todo eso, lo feo es estar con los ojos enceguecidos toda la vída, es lindo saber la verdad y convivir con ella y con ellos.

Cuando habla es como que todo el tiempo busca palabras. “Faltan palabras”, dice. “Y estos son los momentos en los que a uno le gustaría ser poeta ahora y empezar a musiquear.”