viernes, 19 de junio de 2009
El coronel Duret dijo que es "un trofeo, un chivo expiatorio"
A las 11, el coronel Alejandro Guillermo Duret (56) se sentó frente al Tribunal Oral Federal que lo juzga por la desaparición del militante peronista Carlos Labolita (24), ocurrida en Las Flores en abril de 1976.
La audiencia tuvo que haber comenzado una hora antes, pero la excesiva concurrencia de público –cerca de 150 personas– generó demoras, ya que los asistentes fueron identificados y revisados con un detector de metales antes de ingresar a la sala.
Tan numeroso público, no visto en jornadas anteriores, tenía un obvio propósito: escuchar la declaración que iban a prestar Duret y el general de brigada Pedro Mansilla. Este último era jefe del regimiento de Azul, unidad adonde fue trasladado Labolita después de ser detenido en Las Flores.
La expectativa quedó parcialmente frustrada cuando la defensa de Mansilla anunció que el general había decidido no declarar. Ello generó el primer murmullo en la sala y, consecuentemente, el primer pedido de silencio que tuvo que formular el presidente del tribunal, Alejandro Esmoris.
La exposición del coronel
Sentado frente al Tribunal, de impecable traje gris, Duret escuchó durante cinco minutos, de boca del juez Esmoris, los términos de la acusación. En ese lapso, el militar destapó una botella de agua mineral que había sobre su pupitre, bebió algunos sorbos, abrió una carpeta que contenía abundante documentación y extrajo de su saco media docena de marcadores. Luego los utilizaría para dibujar gráficos con un propósito manifiesto: instruir al tribunal sobre cuestiones militares. Para ello también empleó un panel de madera con papeles blancos que –a pedido de su defensor– había sido ubicado en la sala. Un ligero temblor en las manos de Duret fue el único signo de nerviosismo que pudo advertirse mientras escuchaba la acusación.
"No voy a responder"
"En primer lugar, sólo voy a responder a las preguntas de mi defensa", fue la primera frase del coronel. Posteriormente manifestó que "este juicio es una oportunidad y un agravio", tras lo cual recordó que lleva "tres años, seis meses y 12 días" detenido sin sentencia.
Pronto quedaría en claro que toda su declaración estaba contenida en la abultada carpeta. El presidente del Tribunal le indicó que no podía leer, de manera que Duret sólo la empleó para apoyarse en sus escritos a manera de apunte, circunstancia que no le restó frondosidad a su extenso relato indagatorio.
Contenido político
Duret admitió que estaba "intranquilo, aunque no se note" por afrontar un juicio "con un alto contenido político" en el que hubo injerencia "de personas de altísimo nivel".
"Soy inocente; no vi ni traté a Labolita", enfatizó Duret, para ampliar en otro momento de su declaración: "No sé qué pasó, nunca lo supe, se lo dije a la madre durante un careo en 1985: si supiera qué pasó con su hijo se lo diría".
El padre del joven desaparecido estaba sentado en primera fila, a escasos tres metros de Duret, y si bien pudo advertirse en su expresión el malestar que le provocaban estas afirmaciones, no hizo ninguna exteriorización.
"No tenemos a la vista testigos reales, no hay testigos presenciales", aseguró el coronel para demostrar que la acusación reposa en una serie de comentarios. "Me dijo, me dijo que le dijeron", ironizó.
"Así como a Labolita le asignaban todo en Las Flores, hasta el copamiento del regimiento de Azul –cosa que no creo– a Duret le asignan todo", aseguró.
Enemigos
"La familia Labolita conceptualmente es mi enemiga –admitió– porque quiere dañarme y dañar a mi familia. No los odio, ni los odié, ni les guardo rencor. Créase o no. Tienen todo el derecho a pedir justicia, pero no tienen derecho a pedir que pague cualquiera".
En varios tramos de su declaración, Duret manifestó que "una barbaridad como la que le ocurrió a Carlos Labolita y a su familia no puede ser justificada de ninguna manera" y de manera insistente reiteró que "nada de lo que voy a decir pretende justificar lo que pasó".
Debe aclararse que estos conceptos exculpatorios fueron vertidos en forma alternada durante una declaración que duró alrededor de tres horas y que tuvo dos intervalos dispuestos por el Tribunal.
A lo largo de esa declaración, y quizás anticipándose al alegato, Duret hizo planteos de corte jurídico. De hecho, invocó las Leyes de Obediencia Debida y de Punto Final, la aplicación de normativas actuales con retroactividad y la negativa a encuadrarlo en la ley más benigna.
"Estoy alelado por el poder punitivo del Estado", aseguró, para manifestar posteriormente que "el Estado persigue a ciudadanos comunes a través de organismos de Derechos Humanos".
"Un chivo expiatorio"
El presidente del Tribunal tuvo que reiterar su pedido de silencio cuando Duret citó a Jhon William Cooke –uno de los principales referentes de Juan Domingo Perón durante su exilio– y en la sala estallaron manifestaciones de asombro.
"Soy un chivo expiatorio, un trofeo", aseguró Duret, "un objeto de venganza. A 33 años del hecho se afecta mi derecho a defensa y tengo que probar mi inocencia", agregó.
En el marco de sus planteos, cuestionó la jurisdicción en que estaba siendo juzgado y reconoció la de un tribunal militar, remarcando el desconocimiento de temas castrenses que observó a lo largo de las audiencias.
Por otra parte, aseguró que el Estado "me perjudicó al destruir toda la documentación relacionada con la lucha antisubversiva".
"El teniente Duret"
Varias veces, el imputado manifestó: "Aquí no están juzgando al coronel Duret, sino al teniente Duret", un joven de 23 años recién ascendido "al que todos muestran como un tiburón cuando era un cornalito".
También indicó que el grado de responsabilidad penal tuvo que haberse acotado a los comandantes y "también a los que cometieron excesos". Al detallar este concepto, mencionó a "los violadores, los ladrones, los que se apropiaron de niños".
Inesperadamente, en un tramo de su declaración dijo: "Los que tendrían que estar poniendo la cara no se encuentran acá", pero no hizo mayores especificaciones.
"Hice el 75 por ciento de mi carrera en gobiernos democráticos y ascendí a coronel en abril del 2000 con acuerdo del Senado. El 12 de abril de 1994 fui designado al cuartel de Zapala en pleno Caso Carrasco. No me hubieran designado a cumplir esa misión si fuera un violador de Derechos Humanos", manifestó.
Fechas, citas, autores
La declaración de Duret incluyó un amplio repaso histórico abundante en citas, autores e –incluso– páginas de los libros consultados. En vano fueron las protestas del fiscal Daniel Adler que llegó a definir como "divagaciones" algunos tramos de lo que ya era una disertación. En realidad, el Tribunal había advertido a Duret en varias oportunidades para que se acotara al hecho que se le imputa, pero el coronel se atuvo a su carpeta, que en determinado momento lo remontó a la publicación de "El Capital" de Carlos Marx en 1848.
De tal manera, reprochó que durante el juicio se mencionaron todos los genocidios reconocidos históricamente, "pero no se mencionó el genocidio comunista, que lleva 100 millones de muertos".
La hilación lo condujo minuciosamente a la revolución cubana que formó "a los sicarios" que instalaron la guerrilla en Argentina. Al pasar por el "Cordobazo", ya en 1969, lo definió como un movimiento gestado "por los obreros mejores pagos del país" que capitalizaron "el entusiasmo de los estudiantes". Y al esbozar una reseña sobre el tramado de las organizaciones guerrilleras en el país mencionó al actual secretario de Derechos Humanos de la Nación, Luis Duhalde, e incluso recordó su presunto nombre de guerra: "Demián".
Luego, al referirse a la liberación de 1.600 presos políticos en 1973, remarcó la participación del doctor Esteban Righi, actual procurador general de la Nación.
Tales manifestaciones motivaron que el juez Rozansky lo conminara a no formular más imputaciones contra funcionarios del Estado.
"Los golpes de Estado –prosiguió Duret– le sacaron las papas del fuego a los políticos y terminaron pagando los militares. Nadie quería hacerse cargo del desastre. Lamentablemente, los militares creyeron que podían solucionar el problema".
"Nosotros –puntualizó posteriormente– estamos transfiriendo el problema a la generación siguiente" y sentenció: "Alguien tiene que parar esta rueda".
Los gráficos
Duret dibujó varios gráficos para ilustrar la pirámide castrense, su estructura de mandos, la forma en que decantan las órdenes dentro de ese organismo y –en definitiva– el rol ínfimo que, según sus dichos, ocupaba "un teniente recién ascendido que todavía tenía olor a subteniente" y que "el 24 de marzo de 1976 no sabía dónde estaba parado".
Uno de los puntos en los que puso más énfasis fue el rol de oficial de inteligencia que –según reza en su legajo– desempeñó en aquella época.
"No teníamos capacidad para averiguar nada", aseguró, y dijo que las tareas de inteligencia se limitaban a "estudios topográficos y de rutas, de caminos, puentes, etc.".
En ese contexto, negó la existencia de una estructura de inteligencia. "Era yo solo", indicó, para reiterar que la tarea se limitaba a reconocimientos del terreno.
Los datos policiales
Luego, ante una pregunta del juez Esmoris, Duret admitió que "era la policía la que proporcionaba datos sobre políticos y gremialistas". Cuando el magistrado lo interrogó sobre la forma en que "se procesaba esa información", el coronel indicó que lo explicaría más adelante, en otro tramo de su exposición, pero la respuesta no llegó.
Posteriormente, Duret dijo que "jamás recibí una orden ilegal" y aseguró que en su desempeño como militar nunca escuchó hablar de "grupos de tareas". Varias veces tuvo una postura despectiva hacia el general Videla "a quien sólo le digo Videla" y reiteró su inocencia total.
En razón de que Duret había dicho que "lo que le pasó a Labolita fue una barbaridad", el fiscal Adler le preguntó: ¿Qué le pasó a Labolita? Luego Adler le recordó que una hermana de Labolita lo reconoció fotográficamente como partícipe del allanamiento en el que el joven fue visto por última vez. Ante esas preguntas –y otras que formuló el querellante Cesar Sivo– Duret respondió: "No voy a responder", e hizo saber su intención de no seguir declarando.
El juicio continuará el jueves con la primera parte de los alegatos
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