El profesor Carlos Orlando Labolita opina sobre el polémico fallo del juicio por la desaparición de su hijo Carlos Alberto (23).
Dijo Nietzsche: «No hay hechos, sino interpretaciones». Y yo doy la mía.
Respecto del Juicio que se llevó a cabo en Mar del Plata por la desaparición de Carlos Alberto Labolita (en realidad, secuestro, tortura y muerte) fueron juzgados el Gral. Mansilla y el Cnel. Duret. Fue mi primera experiencia (y espero que la última) y en ella pude ver, ahora sí, en cuerpo y alma, a la famosa impunidad, con su rostro abominable, danzando en su escenario favorito: el estrado de un Tribunal.
Mansilla es un hombre viejo y enfermo de Parkinson, de caminar lento y vacilante y un hablar muy bajo. Duret, en cambio, se presenta como un militar vivaz y hábil, que camina a grandes zancadas y trata de impresionar con su voz de barítono, supongo que para infundir miedo. Es un experto en Inteligencia (palabra siniestra si las hay), que jugó con la vida y la muerte de los ciudadanos de la famosa Area 125, que comprendía las ciudades de San Miguel del Monte, Las Flores, Roque Pérez, Saladillo, Lobos y Azul, entre otras.
Del Tribunal, sólo recuerdo a alguien que, por su probidad y nobleza, merece ser recordado: el Juez, Dr. Carlos Rozansky, luchador por los Derechos Humanos.
Desde el principio me pareció ver el clima que reinaría en todo el Juicio: chicanas al por mayor, testigos annésicos, forasteros y florenses, de baja catadura moral, algunos que incurrieron en falso testimonio, y como marco de todo este circo, las amenazas apocalípticas de Duret, ante la indiferencia (¿complicidad?) del Tribunal: «La familia Labolita es mi enemiga porque quiere destruir mi familia». Esto nos asustó un poco porque venía de boca de un experto en torturas y secuestros, y para ellos «enemigo» quiere decir «aniquilación».
Luego de negar todas las imputaciones de la querella, remató su intervención con lo que considero lo más grave del proceso: «Si triunfa la razón, aún los que pierden van a ganar, pero si triunfa la sinrazón, quienes ganan a la larga van a perder».
¿Una amenaza al Tribunal, a los defensores de la querella, a todos los presentes, a toda la humanidad? Un verdadero enigma para los seguidores de Nostradamus.
El Presidente del Jurado leyó la absolución de Duret y salió corriendo a guarecerse de los improperios en coro y de algunos espectadores de mal carácter que avanzaban peligrosamente sobre el estrado.
Afuera, varias decenas de jóvenes con banderas, rugían y tiraban piedras contra el frente de Tribunales.
Los jueces innombrables debieron esperar algunas horas para salir rodeados de policías con escudos. Rozansky lo hizo enseguida y fue aplaudido por la gente.
Carlos Orlando Labolita
Fuente: Acción Regional 11/07/09
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