La memoria de un luchador
Pablo Pimentel recordó a su padre como un hombre que se atrevió a reclamar justicia en los albores del último golpe militar. Dijo que “estaría contento por los juicios a los represores”, pero que reclamaría que se unifiquen las causas y se aceleren los procesos.
“Las Madres se acuerdan de que cuando aquellas primeras marchas se ponían complicadas, se sentían seguras porque iban del brazo de Alfredo Bravo, Jorge Novak, Miguel Hesayne, Oscar Alende y de mi padre.” La imagen descripta por su hijo Pablo trae de los primeros años ochenta el recuerdo de Eduardo Pimentel, cofundador de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, a 25 años de su muerte. “Si estuviera vivo estaría contento con los juicios a los genocidas, pero también preocupado por que se aceleren, para que la muerte no le gane a la justicia, estaría fogoneando que se junten las causas de una sola vez por distrito”, dice a Página/12.
Los Pimentel son ocho hermanos, que junto a su madre, Mabel Zaffaroni, organizaron un homenaje, el jueves a las 18.30 en el Centro Cultural San Martín. Pablo Pimentel tiene 52 años y trabaja en un taller de fabricación de polietileno que armó su padre. “De chicos trabajábamos ahí –dice– y es una valiosa herramienta que nos dejó, porque la independencia económica me permitió entregarme a la militancia.” Pimentel hijo fundó la APDH en La Matanza en 1979, y por estos días está dedicado a la búsqueda de Luciano Arruga, desaparecido hace seis meses en la comisaría de Lomas del Mirador.
En la década del ’50 vivían en Mar del Plata, Eduardo Pimentel militaba en la Acción Católica y en la democracia cristiana en esa ciudad. “En Buenos Aires hizo eje en Ciudad Evita, que era un barrio popular. Los gobiernos militares desalojaban casas y por eso mi padre creó el Comité por la Familia; uno de sus temas era el territorio familiar como lugar de pertenencia”, explica Pimentel. “Como éramos 10 ocupábamos dos casas ahí. Una mañana de 1965 vino la Aeronáutica a desalojarnos porque decían que nos correspondía una sola. Al final el oficial que venía a ocuparla ni se bajó del camión. Dejaron la casa vacía con un custodio. Mi viejo la recuperó en plena dictadura”, agrega. Tras el gobierno de Juan Carlos Onganía, Eduardo Pimentel empezó a militar en el sector revolucionario cristiano. Con el Partido Intransigente formaron la Alianza Popular Revolucionaria. La fórmula Alende-Sueldo tuvo su correlato en la provincia con Marcelo Arabolaza y Eduardo Pimentel. “A principios de los ‘70 se juntó con compañeros del Partido Comunista, socialistas, metodistas, judíos y católicos, y el 10 de diciembre de 1975 fundaron la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), para denunciar la barbarie que estaba cometiendo la Triple A; ya había violaciones a los derechos humanos y a las libertades políticas, ya había familiares reclamando por personas desaparecidas”, recuerda.
–¿Quiénes estaban en aquella fundación?
–A Jaime de Nevares lo fue a buscar él a Neuquén, estábamos de vacaciones y recuerdo que le contó el proyecto, y Jaime se vino. Estaban Alfredo Bravo, Adolfo Pérez Esquivel, Simón Lázara y otros compañeros comunistas, del PI y radicales. Las denuncias en el exterior se hacían a través de Raúl Aragón, que estaba exiliado en París.
–¿También militó contra el servicio militar?
–Claro. En 1982 mi hermano Ignacio se negó a hacer el servicio militar, se lo llevaron los milicos en un coche. Lo seguimos hasta un cuartel, y ahí llamó a la prensa para anunciar que iniciaba una huelga de hambre. “Si no sale del cuartel no dejo la huelga”, decía. Y al final fue increíble, le pusieron “no apto”, fue el primer objetor de conciencia público. Y así se creó el Fosmo, Frente Opositor al Servicio Militar Obligatorio.
–¿Cómo recuerda a su padre?
–Nos decía “en la medida en que sean solidarios hagan lo que quieran”. Recuerdo las vacaciones, los fines de semana en los bosques de Ezeiza con toda la familia y amigos, estamos filmados en Súper 8. Recuerdo su capacidad de despegar de su función militante, jamás nos dejó ver si tenía temor o preocupación. Luego supimos lo amenazado que estaba. Había tenido un linfoma y quedó muy débil. Pero él seguía acompañando a las Madres y a las Abuelas, fundó la APDH en Bolivia, no paraba. Antes de Malvinas le mandó una carta a (Reynaldo) Bignone en la que le decía que usaba la patria potestad para negarse a que mis hermanos menores hicieran la colimba. En medio de esa lucha, el Fosmo hizo un homenaje a los muertos por Hiroshima y Nagasaki y a favor de la libertad de conciencia, el 6 de agosto de 1984. Hacía un frío polar, él dio un discurso frente al Congreso y ahí se enfermó de neumonía. Falleció tres días después.
–¿Qué diría su padre de los derechos humanos en la actualidad?
–Se hubiera enojado con varios, decía que en un organismo de derechos humanos no puede haber internas, no cabe la construcción de poder personal. Hubiera acompañando al kirchnerismo por la anulación de las leyes de impunidad, pero diría que la política social no está respetando los derechos humanos básicos, es un enunciado sin desarrollo. No hubiera sido pasivo ante la desaparición de Jorge Julio López, yo mismo me siento culpable de la falta de acción. Se naturaliza tener desaparecidos en democracia, como Miguel Bru y ahora Luciano Arruga, por quien estamos luchando para que aparezca.
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